En reiteradas ocasiones durante esta campaña, instituciones del Estado han puesto en entredicho la laicidad con pronunciamientos por la reforma constitucional denominada “Vivir sin miedo”, que se vota el próximo 27 de octubre.
La principal reflexión que podemos hacer es, si los actores involucrados en estos pronunciamientos institucionales, se dan cuenta de la dimensión que toman estas posturas con el fin de defender una opción. No reparan en los medios para llegar a un fin, siendo que estos medios son públicos y deben garantizar la pluralidad para resguardar un bien supremo que es la libertad.
Muchas veces se confunden los conceptos de secularización y laicidad, porque teóricamente suelen no estar bien delimitados, el primero es exclusivamente para referirnos a la separación de lo religioso y el Estado, en tanto el segundo es mucho más amplio. Incluso en algunas sociedades el concepto laicidad esta ausente posiblemente porque es un concepto subyacente de la libertad y está incluido al utilizar expresiones como “libertad de pensamiento”, “libertad religiosa” o “libertad de expresión”.
Hannah Arendt entiende la realización del hombre en el espacio público y el componente que subyace es la libertad. Por esto advierte que, ante la existencia de un régimen tiránico, se impide la realización de la libertad y por tanto el goce de lo religioso o político en la esfera publica de la sociedad. En esa misma línea sintoniza Rawls al afirmar que sin Estado neutral, estamos en presencia de una sociedad no liberal. Con lo cual tautológicamente estaríamos en ausencia de laicidad.
Rawls entiende al Estado como garante de la libertad, por tanto, es este al que le compete garantizar la laicidad en una nación, como parte de esta garantía, en lo religioso adopta la secularización, en este entendido se comprende que un Estado puede ser secular y laico, pero jamás podrá ser laico sin ser secular. En resumen, libertad y secularización son condiciones necesarias para entender la laicidad en términos religiosos. Y podemos prescindir de secularización si entendemos la laicidad como sinónimo de las más amplias libertades que garantizan las definiciones políticas de las personas.
Otra condición inherente al concepto de laicidad es el respeto y garantía para que las religiones y opciones políticas minoritarias no sean avasalladas, por tanto, que no tengan una menor libertad de conciencia que otras mayoritarias, como aportaba Rawls. Esto va a requerir de ciertas acciones afirmativas por parte del Estado para garantizar la libertad.
Podemos entonces afirmar que el concepto de laicidad parte desde una concepción liberal e implica en una definición procedimental, un conjunto de herramientas que permiten asegurar la libertad de conciencia y expresión de todas las posiciones religiosas y/o políticas. Finalmente se entiende una condición necesaria para la laicidad su inscripción en un régimen democrático, que en definitiva es una pieza fundamental garante de la libertad.
Lo que no ven quienes emiten pronunciamientos institucionales es el daño que ejercen sobre la laicidad primero, pero intrínsecamente sobre la libertad y en definitiva afecta la calidad del régimen democrático. Se puede tener opinión y opciones diversas sobre los temas políticos del país, lo que no puede una institución pública, es tomar postura por opciones parciales que simpaticen con solo un sector de la población, porque afecta y deja en desigualdad al resto de personas que sienten otras opciones.
En definitiva, para vivir sin miedo debemos ante todo respetar la libertad y las diferentes opciones de la gente, para lo cual el debate debe darse prescindiendo de bienes públicos, como lo son las instituciones que nos pertenecen a todos.
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